junio 12, 2006

La Odisea en la Isla Cui Cui

En el marco de las actividades del encuentro del Brim Bram con señoras en Puyehue, programamos un viaje al archipiélago de islas que se encuentran en el medio del Lago Puyehue.

La principal llamada Isla Fresia, seguramente alusiva a la famosa diva de la Araucana, que Dn. Alonso de Ercilla describe como una mujer resuelta y altanera ante su marido, Caupolicán, lanzándole su pequeño hijo a los pies, del que no deseaba ser madre, por haber sido engendrado con un padre cobarde que se subyugaba a los usurpadores conquistadores españoles.

Las otras menores se llaman Cui Cui (Palos, o abundancia de palos o muchos palos en Mapudungun) de las cuales, la que señalo con la flecha roja pertenece al Hotel Termas de Puyehue.

Para iniciar esta travesía por el lago es necesario zarpar desde el embarcadero de Ñilque, donde nos esperaba apertrechado de lo necesario un lanchón de fibra de vidrio con una cúpula de techo y de 1 motor de 75 caballos y uno auxiliar de 25, con un tripulante o empleado que solicité para los efectos de maniobras en los zarpes y recaladas.

Al momento de zarpar teníamos un lago tranquilo pero con un cielo cerrado por nubes como presagiando una lluvia de las habituales de la zona, lo que no indicaba lo que ocurrió horas más tardes.

El grupo estaba ansioso y alegre como de costumbre y disfrutaban de la actividad de navegación de acercamiento hacia la isla, y el rodeo de esta, para llegar a la Gran Roca que se utiliza de improvisado molo de atracamiento en la Cui Cui..

Como a los 45 minutos pudimos pisar tierra firme y nos dispusimos en fila india a caminar por el sendero que la cruza en sus 360º, en medio de una tupida flora Valdiviana con añosos árboles en algunos sectores y pampas despejadas en otros años, seguramente por el antiguo residente y cuidador que hacía pastar ganado menor en esas praderitas.

Comenzamos al poco andar, a sentir los trinos del enigmático y poco observado "Chucao", que brincaba, casi imperceptible, entre medio de la Quila y los matorrales, siempre de a saltos avisando nuestra presencia a todo otro ser vivo de su vecindario.

De igual manera los muy negros Tordos, o "presuntos Mirlos" contrastaban entre las rojas ramas de los Notros, los que en bandadas de 6 u 8 cruzaban de árbol en árbol, volando y chillando enojados por nuestra presencia en tan prístino territorio, muy poco frecuentado por humanos.

El Caco con la cámara prendida todo el trayecto, filmaba esta marcha del grupo teniendo como improvisado relator al Pelao, (en la foto) el que quizá por instinto o simple mente televisiva, fue relatando con tono sugerente a un "triller" de truculenta compostura, con frases como:... "Todos estaban felices pero nadie se imaginaba lo que a este desafortunado grupo le pasaría momentos más tarde.....guaaaa,jajajjajjja (lease truculentamente como cuento de la ·era. Oreja) " lo que causaba risa entre nosotros sin la más leve sospecha de que este presagio se cumpliría de alguna manera, aunque de menos truculencia que la expuesta por el Pelao.

Luego de revisar el único vestigio humano, situado en el medio de la isla y que varios años antes fueron abrasados por el fuego, haciendo impracticable la subsistencia del cuidador, descansamos y comentamos lo hermoso del paisaje frente a nuestros ojos, aunque muy nublado y con algunas ráfagas de viento que balanceaban con alguna fuerza los árboles donde bajo ellos nos cobijábamos de los primeros goterones que caían. Y de pronto al llegar a la orilla de la playa donde habíamos dejado nuestra embarcación, vimos como grandes olas violentaban la "cuasi chalupa" motorizada.

Miré el horizonte de tierra firme y pude constatar un erizado lago azotado por grandes ráfagas de viento "Puigua" como se le llama al "Puelche", el que en varias ocasiones votó los techos del Hotel y de las casas del vecindario en años anteriores.

Nos embarcamos inmediatamente pensando en que aún teníamos una posibilidad de que pudiéramos cruzar hasta Ñilque, sobre todo que yo sabía que la experiencia muy neofita del piloto no era para nada tranquilizadora, de hecho a los pocos minutos de travesía azotados por el viento desde el estribor, ante la insistencia de este de poner la proa en línea recta a Ñilque, a pesar de que el viento y las olas atravesaban la ruta que este improvizado navegante se fijó, de barlovento a sotavento, llevándonos escorados en varios grados a estribor.

Comenzamos por instinto entonces a organizarnos, y a estibar la "carga" ( nosotros mismos) poniendo algo de peso en la proa para la cortada de las olas, y disminuir los golpes de las olas, y cargados nuestros cuerpos a babor para nivelar la escorada, lo que no daba muchos resultados, de a ratos, por lo irregular de las ráfagas de la Puigua, generando algunas exclamaciones en las damas de legitimo nerviosismo.

Fue así como le solicité el timón al piloto con autoritario ademán, y recordando mis clases de velerismo que tuve en épocas de colegio con mi compadre Felipe, quien con una sola mirada mía se dispuso inmediatamente a ayudarme a gobernar la ahora muy debil "chalupa", poniendo como aprendimos entre las velas en la Laguna Avendaño en Quillón, la proa casi en línea directa al origen del viento, trazando un punto en el horizonte, que si bien es cierto nos alejaría del destino por varios kilómetros, con una muy forzada travesía para el motor, y a una velocidad lastimosa, si la maquina no fallaba, podríamos cruzar a tierra firme sin correr el riesgo de volcarnos con los 12 pasajeros que esta transportaba.

Luego de una muy nerviosa travesía, algo inexplicable en su trayecto para los que nada saben de navegación, de más del doble del tiempo que nos tomo llegar a la isla, encontramos el punto en el que podíamos girar a estribor y recibir esta ves el viento de popa, fijando un punto en el horizonte que estaba "a la cuadra" del embarcadero de Ñilque, pero a no menos de 12 kilómetros de distancia.
Inmediatamente dimos instrucciones de alivianar la proa (atestada de nuestras musas inspiradoras) para ásí levantar la velocidad de escape intentando ir más rápido que el viento que nos perseguía, entonces la "falucha" se estabilizó y comenzó a "volar" posada en su popa y con el motor a toda máquina, situación que en no más de 15 minutos nos llevó a los brazos de la dársena que nos cobijo en sus quietas aguas....

El Brim Bram con sus amadas damas se había salvado de zozobrar ante el persistente viento Puigua en el medio del Lago Puyehue, presagio que esbozó bromistamente el Pelao 1 hora antes de que sucediera.

Desgraciadamente no tenemos fotografías ni filmaciones de esta odisea por el lógico nerviosismo que no permitió tener el humor de filmar sino tan solo estar preparado, y con las manos desocupadas para nadar, solamente.

Gracias por avisar a tiempo, Pelao querido....

Flaco

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Flaquito, muy bueno tu relato que denota un lenguaje nautico de al menos un grán capitán de ultramar. Yo tengo varias fotos del glorioso paseo (me gustan los temporales navegando por agua, no así por aire) las que espero publicar pronto, haber si se me ocurre algo más que agregar a tu completísima relación de lo sucedido.-
Pancho

Carlos A. Labarca dijo...

La Sole me hace acordar de un hecho notable......
La Anita en su lejitimo nerviosismo recriminaba a Pancho sobre los 4 niños huerfanos que dejarían (Hoy son 8) Luego comenzó a contar a los nuestros (3)de los 5 que hoy nos glorifican y los del Caco (3) de sus 5 actuales y Felipe con (2) hasta hoy, el Ale (1)y no recuerdo si el Pelao estaba criando en esos días .... en resumen no menos de 15 criaturas.... Las risas nerviosas con las mandibulas apretadas eran elocuentes...

Nada pasó a Dios gracias....

Flaco